Las vacas han servido al hombre desde tiempos muy antiguos; han
sido desde animales de carga hasta una fuente de alimentación muy importante.
En Europa, las vacas y el hombre han vivido muy de cerca por siglos. En
Inglaterra, el calostro es un tónico tradicional y remedio popular que se le da
a toda la familia durante la primavera para estar saludables el resto del año.
La primera leche de la vaca después del parto se prepara tradicionalmente en un
budín llamado “beestings” para celebrar el nacimiento y promover la buena
salud.
La medicina Ayurvédica ha utilizado el calostro por miles de
años en la India, donde aún sigue siendo muy utilizado. Textos jeroglíficos
muestran que el calostro era utilizado también por los egipcios.
En 1674 cuando Antony van Leeuwenhoek – Holandés inventor
del microscopio y quién descubrió las bacterias y las células rojas en la
sangre – miró a través de su invento, estaba observando la leche.
Posteriormente Paul Ehrlich, el “Padre de la inmunología” y Elie Metchnikoff,
otro gran inmunólogo del siglo XIX, estudiaron las propiedades inmunológicas
del calostro. Cuando Albert Sabin, inventor de la vacuna oral de la
poliomelitis, hizo su primera vacuna, utilizó los anticuerpos del calostro
bovino.
Antes de 1950, el calostro fue ampliamente estudiado y
utilizado como potenciador inmunológico y como tratamiento para la artritis
reumatoide, para lo que mostró ser una gran promesa. Desafortunadamente con la
llegada de la sulfamida, los antibióticos baratos y otras drogas sintéticas, el
interés por los remedios naturales desapareció. Los beneficios del calostro
fueron ignorados por alrededor de 40 años.
Después de 1980 el calostro bovino adquirió nuevamente
popularidad gracias a su abundante disponibilidad y a sus grandes beneficios.
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